Manifestación de la Conciencia en las Plantas
Todo está presente en todo. La inteligencia está contenida de manera implícita en los numerosos mundos de la naturaleza, no sólo en nuestro mundo, centrado en los seres humanos.
Otra forma de entender esta idea es que la conciencia está presente en todas las formas de vida. Es el fundamento de la creación y el poder de la evolución.
La vida, la creación y la evolución constituyen las etapas de desarrollo de la conciencia. Nada en la existencia es insensible, nada es profano o no espiritual, todo tiene un valor único en el Cosmos. Es decir, no hay cosas más importantes que otras, ni personas tampoco.
La vida es relación, interdependencia e interconexión. Es un sistema de nutrientes y cuidados mutuos, no sólo físicos, sino también psicológicos y espirituales. La conciencia no es simplemente el pensamiento ni mucho menos el intelecto o la razón. Es el sentimiento de estar vivo y unido a toda forma de vida.
La conciencia en tanto que sentimiento puro, se encuentra presente en las plantas, se oculta en las piedras y también en los átomos.
La atracción y repulsión elementales son parecidas al amor y el odio, el placer y la aversión. Por este motivo, los sabios antiguos de la India decían que sólo el Ser existe, que la unidad es la base de toda la existencia, -que la unidad de la vida es la unidad de la conciencia-.
Esos sabios querían decir que todo ser viviente tiene sensaciones, que todas las cosas son humanas, en el sentido de la conciencia. La verdadera humanidad, que es el sentimiento humano hacia toda la vida, está en el mismo corazón de la vida.
Los vegetales y los animales son a veces más bondadosos que ciertos humanos endurecidos por el hecho de sentirse aislados. Sólo si consideramos a todas las cosas como humanas, podremos vivir una existencia auténticamente humana.
El hombre, como microcosmos, contiene en sí mismo todos los reinos elementales (mineral, vegetal y animal). En la planta se encuentra el potencial humano. Recíprocamente, en el ser humano se encuentra la estructura de energía subyacente de la planta.
Podemos decir que nuestro sistema nervioso es un árbol donde la esencia vegetal es humana. Las plantas pueden así comunicar directamente con esta esencia de sentimientos creando un verdadero ser humano.
El Reino Vegetal tiene por objeto manifestar los sentimientos. A nivel vegetal, los sentimientos existen sólo en forma pura o pasiva. Los reinos animal y humano los manifiestan más activamente, más separadamente, pero sin tanta belleza por lo general. La conciencia de las plantas está a un nivel primario de unidad, siendo más psíquica y telepática.
Las formas de vida son como torres de recepción y transmisión de las fuerzas que las nutren.
Cada cosa existe para nutrir a otras y, a la vez, para ser nutrida. De este modo, cada reino de la naturaleza sirve para recibir y transmitir la vida. Esta vida está implícita en la luz y en la transmisión de fuerzas estelares o astrales.
La Tierra, de modo parecido a un receptor gigantesco o a una estación emisora, inspira y expira las fuerzas estelares y cósmicas, donde la esencia absorbida construye y desarrolla la vida.
Estas fuerzas no son siempre materiales, incluyen las energías sutiles de naturaleza oculta y espiritual. Las plantas transmiten los impulsos vitales y emocionales, la fuerza vital oculta en la luz. Esta fuerza es el don, la gracia y el poder de las plantas.
Las plantas nos transmiten el amor y el poder nutritivo del sol, que es la energía similar a la de las estrellas y la luz.
Estas energías cósmicas emanan de las plantas nutriendo, sosteniendo y desarrollando nuestro propio cuerpo astral. De este modo, la existencia de las plantas es una gran ofrenda y sacrificio a la vez. Las plantas nos ofrecen no sólo su propio valor nutritivo, sino también la luz verdadera, el amor de las estrellas, del Cosmos, de los que ellas son mensajeras.
Nos aportan la Luz Universal para que podamos entrar en la Vida Universal.
Su existencia nos nutre física y psicológicamente. Nuestros sentimientos son parecidos a nuestras plantas interiores, nuestras propias flores interiores. Ellas crecen de acuerdo a nuestra percepción de la naturaleza y de la vida.
La creación es LUZ. En los Vedas, las antiguas escrituras sagradas de la India, el gran dios Agni, príncipe del Fuego y Voluntad Divina de los Sabios, construye los mundos y hace de toda creación una serie de auto-transformaciones.
Las plantas tienen el poder de transmutar la LUZ EN VIDA. El ser humano existe para transmutar la vida en CONCIENCIA y en AMOR.
Estos tres elementos –LUZ, VIDA Y AMOR- son uno, cada uno es una expresión del otro y las tres dimensiones de la misma existencia. Las plantas transforman la luz en vida por la fotosíntesis. Los seres humanos transmutan la vida en conciencia a través de la percepción.
Por la percepción directa, el perceptor está siendo percibido y el observador es el observado. La palabra sánscrita para la planta osadhi significa “receptáculo” literalmente o “espíritu” (dhi) “que contiene una transformación ardiente” (osa). En los Vedas, el término se refiere no sólo a las plantas, sino a cualquier entidad de la creación.
El ser humano es la planta de la conciencia. La planta efectúa un proceso similar a un nivel inferior de la evolución, nutriendo nuestro espíritu y nuestro sistema nervioso para favorecer otros procesos. Lo mismo que existe en los mundos superiores, existe en los mundos inferiores; todo el Universo es una metamorfosis de la Luz.
En el mundo exterior, un sol central es la fuente de luz y de vida. En el mundo interior, un sol central es también la fuente de vida. Este sol interior es nuestro verdadero Ser, que los antiguos denominaban Purusha o Atman.
Las plantas nos permiten entrar en comunión con la energía del sol exterior, mientras que nuestra planta interior, nuestro sistema nervioso, nos pone en comunión con el sol interior.
Establecer una conexión adecuada entre la planta exterior y la planta interior completa el círculo de luz y vida y establece la libre circulación de la conciencia dentro de la cual el espíritu se libera, fusiones los soles interior y exterior, reuniendo el exterior y el interior y creando una fiesta de deleite en la vida.
El uso apropiado de una planta, para que su auténtico poder se libere, implica la comunión con ella. Cuando somos uno con la planta, revitaliza nuestro sistema nervioso y fortalece nuestra percepción. Esto implica considerar a las plantas como sagradas, como medio de comunicar con la naturaleza al completo. Cada planta, como si fuese un mantra, nos ayudará a actualizar el potencial de vida cósmico que representa.
Por esta razón, numerosos pueblos antiguos sentían un gran respeto por el Reino Vegetal. Las fuerzas de las plantas no se transmiten por simple absorción, necesitan de una entera comunión con ellas.
Los antiguos sabios de la India abordaron los tratamientos y las plantas medicinales con esta conciencia. Su ciencia no era empírica, sino una forma de participación directa.
La experimentación implica distancia, separación entre el observador y lo observado, el sujeto y el objeto, dando lugar a un intermediario, medidas e interpretaciones. Disecando un cadáver no puede percibirse su alma.
La percepción directa, o meditación, es la ciencia del yoga. El yoga favorece la revelación de la esencia y de la cosa en sí. Cuando esto sucede, hay una revelación completa del potencial material y espiritual. A través del yoga de la percepción, los sabios comprendieron el lenguaje de las plantas. Ellos desvelaron sus numerosos secretos, mucho más sutiles que los descubrimientos de los análisis bioquímicos.
Abordar las plantas como lo hacían los antiguos sabios, no como simples objetos para satisfacer los objetivos del ego, sino como parte integrante de nuestra propia unidad, nos revelará su auténtico valor para un uso íntegro en nuestro proceso evolutivo.
Convertirse en un auténtico herborista implica entonces convertirse en un sabio. Esto significa también ser sensible al ser de las plantas, comunicarse a través de una conciencia receptiva con la planta-luz del Universo. Y significa aprender a escuchar lo que la planta nos dice, hablar a la planta como a otro ser humano y considerarla como nuestra maestra...
Fuente: Extraído del libro “Aromaterapia Sagrada”, de Enrique Sanz Bascuñana.